viernes, 11 de febrero de 2011

VIDENCIA E INVIDENCIA, ENCONTRAR SU CORRECTO USO

Tengo la impresión de que por una parte tenemos la habilidad de tener las cosas delante y de no verlas, de no verlas lo suficientemente perfectas para nosotros.  Vamos, que parecería que estuviéramos programados para perdernos lo bueno, buscándole defectos a las cosas, perdiéndonos en la eterna búsqueda de lo que nos hará feliz, lo que realmente necesitamos y con la rutinaria sensación de insatisfacción, de no ser plenamente felices, estables, satisfechos, hasta que lo consigamos.

Parecería también, en sintonía con lo anterior, que cada cosa mala que nos sucede, cada resultado adverso, nos lo hemos buscado, nos lo merecemos, algo habremos hecho para que pasara.  Y surge inmediatamente el inconsciente “si hubiera”, referido a la “otra opción” que es la que evidentemente no hemos escogido. 

Alternamos la videncia y la invidencia, en ambos casos no precisamente para estar mejor, sino en algunos casos para sufrir inútilmente.  La invidencia que no nos permite ver lo que tenemos delante, porque estar está, pero no lo vemos y en primera instancia porque no lo queremos ver.  La videncia que nos permite ver el más allá, realizando predicciones como los videntes, de lo que podría haber pasado de forma diferente, a la que definitivamente ha sucedido.

A partir de ahora intentaré aplicar la videncia en mi diario propósito de ver, oler, sentir, escuchar, todo lo que tengo a mi alrededor y que es positivo para mí; y que evidentemente, a día de hoy, tengo la clara certeza que me estoy perdiendo.  Y por el contrario utilizaré mi invidencia para no ver, no oler, no sentir, no escuchar, lo que no es positivo para mí.

Seguramente las cosas no cambiarán, pero tengo la curiosidad de comprobar cómo a pesar de ello, yo me sentiré diferente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario