viernes, 11 de febrero de 2011

ENCONTRAR EL PUNTO DE PARTIDA

"NADA SE CREA, NADA SE DESTRUYE, TODO SE TRANSFORMA"  (LAVOISIER, FÍSICO FRANCÉS)

Esta teoría física, es una de las más populares y se ha convertido en una frase célebre.  Mil veces utilizada, porque según el contexto en el que se aplica, puede tener una lectura diferente.

Creo que encierra sabiduría espiritual, y la lectura que me apetece hacer ahora es la que se encuentra en sintonía con la idea original de encontrar y no buscar. 

El destruir, o la necesidad de destruir implica el catalogar algo como totalmente defectuoso y el desecharlo, porque no logramos identificar nada positivo y rescatable; con el peso que eso conlleva.  Por tanto, no lo veo como un punto de partida necesariamente bueno, ya que sería muy doloroso el empezar necesariamente partiendo de la destrucción de algo, una experiencia, un sentimiento, lo que sea.

El crear, si que implica un proceso positivo, en el cual todos a simple vista queremos estar involucrados, ya que su destino final, es indudablemente un resultado positivo.  En lo que me falla también es en el punto de partida, ya que podría no llegar nunca.  Me explico, cuando creamos, necesitamos ingredientes, elementos, factores, recursos, los cuales no siempre tenemos a nuestra disposición y la sola carencia o inexistencia de uno de ellos, puede hacernos desistir del intento.  Además de acercarnos también a la teoría perfeccionista de que necesito crear algo a mi medida, para mi necesidad y mi situación.  Lo descarto, casi será insatisfacción segura.

El transformar sí que me gusta; y me gusta mucho.  Para empezar tengo algo con que comenzar, el “algo” que transformo, ya lo tengo, solamente tengo que darle la vuelta, mirarlo en 360º grados y varias veces si fuera necesario.  Y además, si lo califico como susceptible de ser transformado es que le estoy viendo además, algo positivo, algo rescatable, algo que con unos retoques, ya me sirve, me es útil.

El “algo” lo tenemos ya, las experiencias que vivimos y las situaciones a las que estamos expuestos día a día.  Por nefastas que hayan sido creo que el plantearnos destruirlas, olvidarlas, pisotearlas, derrumbarlas y cualquier otro verbo parecido, sería transitar voluntariamente en un camino doloroso y con dudoso final.  Recurro a otra frase célebre “lo que mal empieza, mal acaba”.  Está claro que algo que nos propone sufrir como punto de partida, dudo mucho yo, que me lleve a sentirme bien, lo dudo realmente.  Definitivamente, creo que no hace falta sufrir para lograr algo bueno.

Y siguiendo situados en el peor escenario (siempre las teorías se basan en el peor caso, para predecir el peor resultado y de ahí a mejor), el olvidarlas para crear algo nuevo, tampoco me seduce mucho, para ser sincera.  La aceptación, la cual requiere cuotas de sabiduría y madurez, me parece que es lo menos que podemos darle a las cosas que vivimos.  Aceptarlas en el sentido de que nos han pasado o nos pasan, nos guste o no, lo queramos o no.  Llegados a este punto, podemos utilizarlas como el correcto punto de partida, viéndole lo positivo y si no lo tiene, pensando que tenemos que construir una realidad diferente o seguir nuestro camino, pero asumiendo lo que nos ha pasado.

Todos sabemos o creemos saber a dónde queremos llegar y creo que esta teoría nos propone lo más interesante, escoger el correcto punto de partida, entendiendo por correcto, por el será el mejor para nosotros.  No nos obliga desechar, nos obliga a rescatar, a aprovechar y nos propone integrarlo con lo nuevo que necesitamos para llegar a lo que nos proponemos.

VIDENCIA E INVIDENCIA, ENCONTRAR SU CORRECTO USO

Tengo la impresión de que por una parte tenemos la habilidad de tener las cosas delante y de no verlas, de no verlas lo suficientemente perfectas para nosotros.  Vamos, que parecería que estuviéramos programados para perdernos lo bueno, buscándole defectos a las cosas, perdiéndonos en la eterna búsqueda de lo que nos hará feliz, lo que realmente necesitamos y con la rutinaria sensación de insatisfacción, de no ser plenamente felices, estables, satisfechos, hasta que lo consigamos.

Parecería también, en sintonía con lo anterior, que cada cosa mala que nos sucede, cada resultado adverso, nos lo hemos buscado, nos lo merecemos, algo habremos hecho para que pasara.  Y surge inmediatamente el inconsciente “si hubiera”, referido a la “otra opción” que es la que evidentemente no hemos escogido. 

Alternamos la videncia y la invidencia, en ambos casos no precisamente para estar mejor, sino en algunos casos para sufrir inútilmente.  La invidencia que no nos permite ver lo que tenemos delante, porque estar está, pero no lo vemos y en primera instancia porque no lo queremos ver.  La videncia que nos permite ver el más allá, realizando predicciones como los videntes, de lo que podría haber pasado de forma diferente, a la que definitivamente ha sucedido.

A partir de ahora intentaré aplicar la videncia en mi diario propósito de ver, oler, sentir, escuchar, todo lo que tengo a mi alrededor y que es positivo para mí; y que evidentemente, a día de hoy, tengo la clara certeza que me estoy perdiendo.  Y por el contrario utilizaré mi invidencia para no ver, no oler, no sentir, no escuchar, lo que no es positivo para mí.

Seguramente las cosas no cambiarán, pero tengo la curiosidad de comprobar cómo a pesar de ello, yo me sentiré diferente.